El ojo seco o síndrome de ojo seco (SOS) es un proceso que afecta a mucha gente todavía por diagnosticar.
Se calcula que más del 60% de la población mayor de 45 años sufre este trastorno, alrededor de unos 5 millones de personas en España. Se trata de una patología ocular que afecta principalmente a mujeres, incrementándose con la edad, hasta un 80% en mayores de 60 años.
El ojo seco es una irregularidad ocular en la que el ojo produce una cantidad de lágrima insuficiente, muy relacionada con los cambios hormonales en el caso de las mujeres, así como por su mala calidad o rápida evaporación. Esta falta o inexistencia de lágrima en el ojo va a suponer un problema ya que la lágrima es la encargada de nutrir, humidificar y lubricar la superficie del ojo.
Existen múltiples factores que ocasionan la disfunción, provocando que la película lagrimal se rompa y quede expuesta al aire, algunos de los cuales pueden ser alteraciones de la piel, trastornos alérgicos, cambios hormonales, adicción al tabaco, enfermedades reumáticas, determinados tratamientos farmacológicos, o una cirugía ocular previa. Entre sus síntomas, destaca la sensación de quemazón, picazón y arenilla en los ojos, el enrojecimiento y el malestar al realizar tareas cotidianas como la lectura, conducir o fijar la mirada en una pantalla de televisión, así como la intolerancia a las lentes de contacto.
La contaminación ambiental creciente también se relaciona directamente con este tipo de patologías. La falta de humedad y el aumento de la contaminación por el humo de los coches y los compuestos químicos de las fábricas contribuyen a un crecimiento de inflamaciones oculares y a la aparición del ojo seco.
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Es una inflamación de las vías urinarias y una de las patologías más generalizadas en la población, sobre todo la femenina. El 50% de las mujeres ha tenido un episodio de cistitis al menos una vez en la vida.
Factores que pueden favorecer la cistitis.
Factores anatómicos causados por una patología y que provoquen un obstáculo físico en el flujo normal de la orina al exterior. Por ejemplo: cálculos urinarios, hipertrofia prostática o cualquier estenosis del tracto urinario.
Un intestino que no vacía regularmente, se asocia muy frecuentemente con la vaginitis y la cistitis recidivante. Otros factores predisponentes son: la edad (cuanto mas avanzada, mayor es la incidencia de cistitis), eventualmente enfermedades asociadas, como la diabetes, trastornos neurológicos que afectan a la regulación de la micción, enfermedades ginecológicas, la inserción de catéteres urinarios y terapias que reducen las defensas inmunológicas.
La cistitis se origina en la mayoría de los casos por la migración de las bacterias patógenas de la zona anal hacia el tracto urinario. Cuando en el intestino disminuye la flora bacteriana beneficiosa, el “terreno” se mantiene libre para el ataque y la sucesiva colonización de patógenos. La alimentación juega un papel clave en la prevención de las infecciones urinarias.
Estilo de vida y alimentos adecuados.
Alimentos que hay que evitar: Azúcares simples (azúcar blanco, miel…), leche y productos lácteos, carne (roja y blanca), las bebidas energéticas, alimentos precocinados y en conserva, café, té y alcohol.
Alimentos que hay que consumir con poca frecuencia: Cereales refinados (pan blanco, pasta,arroz blanco…), patatas, maíz, frutas muy dulces y azúcar de caña integral.
Alimentos recomendables: Los ricos en fibra (verduras, legumbres preferiblemente de temporada), cereales y pasta integral, pescados y semillas oleaginosas.
Se recomienda tomar al menos dos litros diarios de agua, entre comidas y a temperatura ambiente.
Tratamiento.
El enfoque tradicional médico de la cistitis requiere tratamiento con antibióticos: penicilinas y derivados, cefalosporinas, quinolonas, sulfamidas, nitrofurantoína…
Estos fármacos van a afectar también a las bacterias beneficiosas, por lo tanto el uso de antibióticos puede crear el terreno ideal para las recaídas y la aparición de resistencia.
Además de una alimentación sana y correcta la higiene íntima es fundamental en la prevención de episodios de cistitis, utilizando un jabón higienizante que no altere el pH y la flora bacteriana fisiológica; no se debe utilizar ropa interior muy ajustada y/o de tejido sintético que impida la transpiración.
Además de estas reglas esenciales, unidas a un estilo de vida saludable, son recomendables algunos extractos de plantas, conocidos desde tiempos inmemoriales: extracto de semillas de pomelo (bactericida y bacteriostático de amplio espectro), gayuba por su actividad como desinfectante urinario, pilosella que posee actividad diurética y antiinflamatoria, brecina que tiene acción específica sobre las molestias de las vías urinarias y con cierta actividad anestésica, gatuña conocida desde lasépocas griegas y romanas como diurético depurativo y antiinflamatorio.
En resumen, para garantizar el éxito del tratamiento en la cistitis es indispensable el enfoque alimenticio correcto en combinación con las medidas de higiene y el tratamiento farmacológico.
El cáncer colorrectal es el tipo de cáncer más comúnmente diagnosticado en España, lo que supone en torno a 55 nuevos casos anuales por cada 100.000 varones y unos 30 en el caso de las mujeres.
Epidemiología, factores de riesgo y pronóstico.
Entre los principales factores de riesgo asociados al cáncer colorrectal destacan ciertas alteraciones genéticas, la enfermedad inflamatoria intestinal (colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn), la presencia de pólipos intestinales, el consumo de alcohol y tabaco, la obesidad, la dieta rica en grasas y baja en fibra, etc.
El grado de evolución (estadio) de la enfermedad es el principal factor pronóstico, con tasas de supervivencia a los cinco años por encima del 90% en el estadio I y de menos del 10% en el IV.
La existencia de historial familiar de cáncer colorrectal, en especial de un familiar cercano menor de 55 años o de múltiples familiares, incrementa sustancialmente el riesgo de padecer esta forma de cáncer. Por otro lado, la poliposis adenomatosa familiar conlleva cerca de un 100% de riesgo de contraer cáncer colorrectal para la edad de 40 años, si no ha sido tratada convenientemente; asimismo, existe una forma de cáncer colorrectal hereditario no asociado a poliposis, conocido como síndrome de Lynch.
Desde el punto de vista genético, parece que la mutación de gen “11307K APC” puede provocar en mayor proporción el cáncer colorrectal en los judíos Ashkenazi, aquellos con ascendencia en Europa Oriental.
La existencia de pólipos adenomatosos en el colon, aunque no tenga carácter hereditario, aumenta significativamente el riesgo de que una persona desarrolle cáncer colorrectal; de hecho, la eliminación de dichos pólipos durante la colonoscopia disminuye el riesgo subsecuente de cáncer de colon.
Existe una amplia documentación que avala que una dieta rica en carne y baja en frutas, otros vegetales y pescados se asocia con un incremento del riesgo de cáncer colorrectal. Igualmente, hay datos que confirman el efecto favorable que tiene la actividad física. Es decir, reduce el riesgo de muerte entre aquellos pacientes diagnosticados de cáncer colorrectal.
Hay estudios que sugieren que el uso de ácido acetilsalicílico en dosis de al menos 75 mg/día durante varios años puede reducir, a largo plazo, la incidencia (24%) y la mortalidad (35%) debida al cáncer de colon; sin embargo, no ha podido confirmarse que este potencial beneficio aumente con dosis mayores de 75 mg. al día, al menos después de 5 años de tratamiento.
En un estudio que comparó la microflora gastrointestinal de pacientes con cáncer colorrectal frente a pacientes de control sin cáncer, se asoció el riesgo de cáncer colorrectal a una menor diversidad bacteriana.
El pronóstico para los pacientes de cáncer de colon se relaciona claramente con el grado de penetración del tumor a través de la pared intestinal, la presencia o ausencia de compromiso ganglionar y la presencia o ausencia de metástasis a distancia; asimismo, la obstrucción intestinal y la perforación intestinal son indicadores de un pronóstico precario
Detección y diagnóstico. Clínicamente, el cáncer de colon debe sospecharse en pacientes que presenten alteraciones del ritmo intestinal (estreñimiento o estreñimiento alternado con diarrea), sangrados rectales, obstrucción intestinal o anemia ferropénica. El diagnóstico suele realizarse por colonoscopia, que debe ser completa, visualizando todo el colon para descartar la presencia de varios tumores sincrónicos, lo que ocurre hasta en el 3-5% de los casos. Como prueba complementaria, debe hacerse una tomografía axial computarizada (TAC) abdominal y una prueba de imagen de tórax (radiografía o TAC). Además del examen general y la revisión de los antecedentes sanitarios de la persona, es relativamente común, a partir de los 55 años de edad proceder a un examen digital (tacto rectal) y la realización de pruebas para detectar sangre oculta en las heces. También son frecuentes las radiografías del tracto gastrointestinal inferior, mediante un enema opaco de bario.
Las pruebas sistemáticas por antonomasia son la colonoscopia y la sigmodoscopia. La colonoscopia permite comprobar el estado del interior del recto y del colon para determinar si hay pólipos, áreas anormales o cáncer, todo ello mediante la introducción a través del ano de un tubo delgado y flexible, dotado de iluminación y cámara de vídeo. Es frecuente, que además disponga de una herramienta para extraer pólipos o muestras de tejido para verificar al microscopio si hay signos de cáncer (biopsia). Actualmente se va incorporando la colonoscopia virtual, que utiliza técnicas de TAC (tomografía axial computarizada).
Por su parte, la sigmodoscopia es una forma específica de colonoscopia que permite observar el interior del recto y el colon sigmoide y verificar si hay pólipos, otras áreas anormales o incluso tumorales. Se trata de un examen menos invasivo y con menos efectos secundarios que la colonoscopia.
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