El aparato urinario tiene un contacto directo con el exterior a través de la uretra, su tramo final. Esta circunstancia facilita que en ocasiones se produzca una colonización de la zona por bacterias, que, en la mayoría de los casos, provienen del aparato digestivo y llegan a la uretra por migración en la zona perineal.
En las mujeres, los cambios en el ecosistema de la microbiota intestinal y/o vaginal pueden favorecer esta migración, provocando una mayor frecuencia de infecciones. La bacteria que frecuentemente provoca esta infección de orina es la del genero E.coli, y puede producir una infección urinaria limitada o generalizada por vía ascendente.
La mucosa intestinal es mucho más rica en el número de especies que se han conseguido identificar y que forman parte de la microbiota intestinal. En la mucosa vaginal apenas existen 100 especies diferentes de lactobacilos y, los más abundantes son las especies de Lactobacillus crispatus, L. iners y L jensenii, en este orden. Estos lactobacilos ejercen un efecto muy importante de protección de la vagina frente a la colonización de microorganismos patógenos y, de forma secundaria, de su paso al entorno uretral.
La edad y el género del paciente influye en la prevalencia de la infección de orina. En mujeres las infecciones de orina son más frecuentes.
Los probióticos favorecen el estado óptimo de la microbiota intestinal de las mujeres porque una microbiota intestinal en perfecto estado va a favorecer la menor población de bacterias susceptibles de provocar infecciones del tracto urinario; incluyen en su composición cepas Bifidobacterium longum. Además lo probióticos favorecen la microbiota vaginal, porque una microbiota en perfecto estado favorece condiciones inhóspitas en la vagina para bacterias patógenas, dificultando la llegada de las mismas hasta la uretra. Incluyen en su composición cepas tipo Lactobacillus crispatus. Una mezcla de cepas probióticas adecuada será de utilidad como coadyuvante en el tratamiento antibiótico en mujeres con infecciones de orina. Además, una microbiota intestinal y vaginal equilibrada será especialmente recomendable para aquellas mujeres que tengan una mayor tendencia a sufrir infecciones de orina de repetición.
Es una inflamación de las vías urinarias y una de las patologías más generalizadas en la población, sobre todo la femenina. El 50% de las mujeres ha tenido un episodio de cistitis al menos una vez en la vida.
Factores que pueden favorecer la cistitis.
Factores anatómicos causados por una patología y que provoquen un obstáculo físico en el flujo normal de la orina al exterior. Por ejemplo: cálculos urinarios, hipertrofia prostática o cualquier estenosis del tracto urinario.
Un intestino que no vacía regularmente, se asocia muy frecuentemente con la vaginitis y la cistitis recidivante. Otros factores predisponentes son: la edad (cuanto mas avanzada, mayor es la incidencia de cistitis), eventualmente enfermedades asociadas, como la diabetes, trastornos neurológicos que afectan a la regulación de la micción, enfermedades ginecológicas, la inserción de catéteres urinarios y terapias que reducen las defensas inmunológicas.
La cistitis se origina en la mayoría de los casos por la migración de las bacterias patógenas de la zona anal hacia el tracto urinario. Cuando en el intestino disminuye la flora bacteriana beneficiosa, el “terreno” se mantiene libre para el ataque y la sucesiva colonización de patógenos. La alimentación juega un papel clave en la prevención de las infecciones urinarias.
Estilo de vida y alimentos adecuados.
Alimentos que hay que evitar: Azúcares simples (azúcar blanco, miel…), leche y productos lácteos, carne (roja y blanca), las bebidas energéticas, alimentos precocinados y en conserva, café, té y alcohol.
Alimentos que hay que consumir con poca frecuencia: Cereales refinados (pan blanco, pasta, arroz blanco…), patatas, maíz, frutas muy dulces y azúcar de caña integral.
Alimentos recomendables: Los ricos en fibra (verduras, legumbres preferiblemente de temporada), cereales y pasta integral, pescados y semillas oleaginosas.
Se recomienda tomar al menos dos litros diarios de agua, entre comidas y a temperatura ambiente.
Tratamiento.
El enfoque tradicional médico de la cistitis requiere tratamiento con antibióticos: penicilinas y derivados, cefalosporinas, quinolonas, sulfamidas, nitrofurantoína…
Estos fármacos van a afectar también a las bacterias beneficiosas, por lo tanto el uso de antibióticos puede crear el terreno ideal para las recaídas y la aparición de resistencia.
Además de una alimentación sana y correcta la higiene íntima es fundamental en la prevención de episodios de cistitis, utilizando un jabón higienizante que no altere el pH y la flora bacteriana fisiológica; no se debe utilizar ropa interior muy ajustada y/o de tejido sintético que impida la transpiración.
Además de estas reglas esenciales, unidas a un estilo de vida saludable, son recomendables algunos extractos de plantas, conocidos desde tiempos inmemoriales: extracto de semillas de pomelo (bactericida y bacteriostático de amplio espectro), gayuba por su actividad como desinfectante urinario, pilosella que posee actividad diurética y antiinflamatoria, brecina que tiene acción específica sobre las molestias de las vías urinarias y con cierta actividad anestésica, gatuña conocida desde las épocas griegas y romanas como diurético depurativo y antiinflamatorio.
En resumen, para garantizar el éxito del tratamiento en la cistitis es indispensable el enfoque alimenticio correcto en combinación con las medidas de higiene y el tratamiento farmacológico.
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