La inmunidad es la capacidad del organismo de defenderse contra las agresiones exteriores que amenazan su buen funcionamiento, como, por ejemplo, una infección por un microbio. Nuestro entorno está poblado de microbios (virus, bacterias, etc.) y de cuerpos extraños (polen, alergenos, etc.), a los que el organismo está constantemente expuesto. El cuerpo humano es un medio propicio para el desarrollo de los microbios, por lo tanto, es natural que intenten infiltrarse. Cuando esto ocurre, el cuerpo pone en marcha mecanismos de defensa a través del sistema inmunitario.
La respuesta inmunitaria: nuestro mecanismo de defensa
Para enfrentarse a los agentes patógenos (microbios), el sistema inmunitario pone en marcha 2 tipos de respuestas: la inmunidad innata y la inmunidad adaptativa. Estas dos respuestas intervienen cuando uno o varios antígenos se han identificado como «extraños» al cuerpo.
La inmunidad innata
El cuerpo dispone de barreras físicas para enfrentarse a las invasiones. Están situadas en la piel, la mucosa digestiva (una superficie protectora de unos 300 m2), los pulmones y el aparato urogenital. Si son insuficientes, se desencadena una respuesta inmediata. Es la primera reacción del sistema inmunitario frente a las agresiones. Este detecta a los microorganismos invasores y los elimina.
La inmunidad adaptativa
Si la inmunidad innata no basta para bloquear la invasión de microorganismos, se desencadena una segunda respuesta inmunitaria alrededor de 96 horas después del contacto con el cuerpo extraño. Es una reacción específica para cada microorganismo. El sistema inmunitario reconoce los antígenos presentes y dirige su ataque directamente contra ellos, de manera sistémica. Esto significa que no se limita a la zona de contacto, sino que se despliega en el organismo. Posee una memoria de las agresiones. Por ello, ante cada nueva exposición a un agente patógeno ya encontrado, el cuerpo reaccionará más intensamente y más deprisa.
Los signos de debilitamiento de las defensas inmunitarias
Algunos signos pueden revelar un debilitamiento de las defensas inmunitarias, como:
- Una fatiga persistente, que puede ser consecuencia de un estrés crónico o de una mala noche de sueño.
- Una mala cicatrización e incluso un aumento del riesgo de infecciones (en efecto, el sistema inmunitario interviene en el proceso de curación y cicatrización; cuando se debilita, la cicatrización es más larga).
- Infecciones de repetición (catarros, cistitis…), que revelan que el organismo no consigue enfrentarse a los agentes patógenos que penetran en el cuerpo.
Debilitamiento de la inmunidad: los factores
Numerosos factores pueden deprimir el sistema inmunitario:
La edad
En el lactante, la respuesta inmunitaria es más débil, porque el sistema inmunitario todavía no está maduro. Sin embargo, al nacer, posee anticuerpos que le ha transmitido su madre para paliar esta deficiencia. La lactancia materna durante los primeros meses de vida del bebé prolonga esta protección, puesto que el bebé se sigue beneficiando de los anticuerpos de su madre.
Durante el envejecimiento, se constata que las respuestas inmunitarias innata y adaptativa son menos eficaces. Por lo tanto, las personas de edad avanzada están sujetas a infecciones frecuentes y prolongadas.
La higiene de vida
Una mala higiene de vida tiene repercusiones nefastas para la inmunidad. Por ejemplo:
- El tabaquismo contribuye a disminuir la respuesta inmunitaria.
- La falta de sueño hace al organismo más vulnerable a las infecciones.
- El estrés crónico actúa desfavorablemente sobre la inmunidad: tiene un efecto inmunosupresor e induce una alteración de la respuesta inmunitaria.
- La actividad física Mientras que el ejercicio moderado tiene un efecto beneficioso.
Reforzar las defensas de manera natural: vitamina C y zinc
El papel de la alimentación y, especialmente, el de las vitaminas y los minerales en el funcionamiento óptimo del sistema inmunitario está ampliamente documentado. Una alimentación variada y equilibrada representa, sin ninguna duda, una auténtica ventaja para disponer de un sistema inmunitario eficaz. La vitamina C y el zinc son especialmente interesantes. Contribuyen a la defensa del organismo al protegerlo del estrés oxidativo generado para eliminar a los agentes extraños. Por lo tanto, conviene favorecer los alimentos que los contienen (fruta y verdura de temporada para la vitamina C, y ostras, germen de trigo y cangrejo para el zinc). Por otra parte, varios estudios han demostrado el efecto beneficioso de una complementación con vitamina C y zinc sobre el tratamiento del catarro, sobre todo.
Los demás nutrientes que no deben pasarse por alto
La vitamina D
Interviene también en la respuesta inmunitaria. El déficit de vitamina D es más frecuente en invierno, porque esta vitamina se sintetiza en parte gracias a los rayos del sol sobre la piel. Se encuentra en la leche fermentada, las sardinas, las almendras o las avellanas…
El hierro
Desempeña un papel importante en la respuesta inmunitaria. Se encuentra en la morcilla negra, la carne de buey, las lentejas, las alubias, los garbanzos, mejillones, …
Los antioxidantes
Limitar la oxidación celular contribuye también a unas buenas defensas. Las frutas y las verduras de temporada son buenas proveedoras de antioxidantes.
Los probióticos: un escudo imparable
Los estudios recientes han puesto de relieve la influencia de una microbiota intestinal demasiado poco diversificada sobre las disfunciones del sistema inmunitario causantes de ciertas enfermedades autoinmunes7. Los probióticos presentan el interés de ser «bacterias amigas» que ayudan a la microbiota intestinal a restablecer sus propiedades y su equilibrio. Impiden la proliferación de los gérmenes indeseables. Administrados oralmente en cantidad adecuada, modulan positivamente los mecanismos de defensa asegurados por las mucosas y el sistema inmunitario.
Los probióticos están presentes en la leche fermentada (yogur, quesos, queso blanco…) y están disponibles en forma de complementos alimenticios.
¿Cuándo reforzar la inmunidad?
Si bien es necesario el mantenimiento de una buena inmunidad durante todo el año, el sistema inmunitario está especialmente expuesto en momentos clave del año:
- El otoño/invierno es un periodo propicio para la proliferación de gérmenes patógenos que dan lugar a catarros, gripe y otras infecciones.
- La primavera anuncia el regreso de las alergias.
- Situaciones excepcionales como la infección por Coronavirus actual.